Carta Desde Dallas de Ben Fountain

Marzo 27, 2020

Nuestro futuro autor Ben Fountain, de quien próximamente publicaremos su maravilloso libro de cuentos, Encuentros fugaces con el Che Guevara, nos mandó esta postal de la situación actual en Dallas, Texas. Ojalá les resulte interesante: 

 

 

Queridas lectoras y lectores anónimos:

Es primavera en Dallas (aunque en realidad el invierno nunca llegó), lo cual implica que en cada rama hay un ruiseñor que nos bombardea con sus balbuceos de pájaro que recuerdan a la cuenta de Twitter de un cierto presidente; el polen (¿lechaza de árbol?) brota en cantidades ingentes, la hierba asoma por debajo como si fueran dientes de dragón, hombres gordos y ricos se pasean por ahí en sus ostentosas Harley-Davidson y los primeros mosquitos del año son aplastados recién aparecen. Incluso en los mejores años, la primavera es una época de comezón y escalofríos, época de estornudos, resuello, comezón en la garganta. Vivo en un estado en el que uno de cada cinco habitantes no tiene seguro sanitario, el 40% de los trabajadores no gozan de sueldo si faltan por enfermedad, y el gobierno estatal es tan negligente respecto a los servicios de seguridad social que la agencia llamada Texas Child Protective Services –que se encarga de rescatar niños en peligro, maldita sea– ha sido durante tanto tiempo tan corrupta, incompetente e ineficiente que recientemente un juez federal comenzó a multar al estado de Texas con 50 mil dólares al día. Aquí, la red de seguridad social se asemeja más a caminar por un alambre de equilibrista. Cada escozor en la garganta puede ser un precursor del desastre.

Pero, ¡¿de qué nos quejamos si la gasolina está barata?! Hoy vi que está a un dólar con setenta y nueve centavos, qué maravilla, aunque lo malo es que de momento no nos sirve de mucho porque nadie puede ir a ninguna parte. Nuestro primer momento de «ya valió madres todo» fue hace algunas semanas, cuando en Austin se canceló el legendario festival South by Southwest. Hasta ese momento navegábamos a velocidad de crucero y, hablando de cruceros, jurábamos que nunca más nos subiríamos a uno. El South by Southwest fue el despertar de Texas, pero para la mayor parte del estado ha sido un lento tránsito hacia la plena conciencia de lo que sucede, y la asimilación de la reciente avalancha de cierres de lugares. Ya hemos cerrado casi todo: escuelas, museos, teatros, eventos deportivos, bibliotecas, bares y restaurantes, así como el mítico desfile de San Patricio que se lleva a cabo en Greenville Avenue, la borrachera anual en donde el Men’s Lawn Chair Drill Team hizo su inolvidable debut hace varios siglos.* Últimamente me ha dado por pensar en mi abuelo, quien cuando joven ingresó en la Marina durante la Primera Guerra Mundial, y terminó siendo asignado para servir en un hospital de Norfolk, cuando la gripe española apareció para causar estragos. Años más tarde mi padre le preguntó cómo había sobrevivido, a lo que mi abuelo respondió que tomaba un par de tragos de antidiarréico por las mañanas, y comenzaba sus labores.

La gripe española provocaba lo siguiente: te levantabas en la mañana y te reportabas a tu compañía, comenzabas a sentirte fatal a la hora de la comida, y morías por la noche. Hay estimaciones de que el coronavirus podría tener una tasa de mortandad semejante a la de la gripe española, pero es muy temprano para saberlo. Es muy temprano y ya vamos sumamente tarde. Al ver las noticias es muy normal sentirse furioso y desolado a la vez, lo cual me hace pensar también en la letra de Bob Dylan en «Tombstone Blues», donde el jefe militar grita: «El sol no es amarillo, ¡es un pollo!». Cada semana, cada día, cada hora Trump nos ha dicho que el sol es un pollo, y una encuesta de la universidad de Monmouth nos informó hoy que 49% de los encuestados en Arizona “aprobaban” el manejo del presidente de la crisis del coronavirus, mientras que 43% lo desaprobaban. Ya llevamos cinco años en que la nación entera está sumida en una especie de embrujo o trance donde la realidad de Trump es nuestra realidad, situación en que los medios de comunicación masivos han estado encantados de ser cómplices, y de la que han obtenido beneficio económico. Incluso quienes rechazamos todo lo que Trump representa con cada célula de nuestro organismo estamos viviendo en su mundo; incluso quienes sabemos que el sol no es un pollo.

Algún día se romperá el hechizo, saldremos del trance; la realidad es más fuerte incluso que los presidentes. Quizá aquí es donde comienza la moralidad, con una conexión con la realidad básica. Ver el mundo por lo que es. Actuar y hablar con base en esa realidad, en esos hechos. Desde este punto de vista el actual presidente es un monstruo moral, en tanto que aquí en Texas, 26 años de gobierno «conservador», igualmente en bancarrota moral, han colocado a una masa crítica de los ciudadanos del estado en la cúspide del desastre. «El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia», nos dijo alguna vez el mártir Martin Luther King. En la actualidad tenemos pocas muestras de moralidad, de justicia, y en cambio tenemos una enorme dosis de la fantasía tóxica que mata gente, destruye familias, arruina comunidades. Cuando se rompa el hechizo y salgamos del trance –cuando finalmente nos demos cuenta de que se nos ha vendido un engaño–, las cosas se pondrán muy feas.

Vivimos días de gran suspenso. ¿Cómo será el mundo dentro de dos semanas? ¿Dentro de un mes? Durante las últimas noches, ya de madrugada, un grupo de ratones ha estado bailando sin parar en el techo de mi casa, y esta tarde, con las ventanas abiertas para dejar entrar al aire refrescante, escuché el ulular de un búho que buscaba una presa para cazar. ¿Saben cómo terminan las sequías en Texas? Nunca de manera apacible. Siempre sobreviene una inundación.

Atentamente,

Ben Fountain

 

*Se refiere a un grupo de hombres de mediana edad que hacen una rutina similar a una maniobra militar, con una canción y coreografía específicas, sólo que con sillas plegables en mano, mismas que terminan abriendo para sentarse sobre ellas, como una especie de oda a la pereza del hombre adulto que disfruta de estar sentado en su jardín bebiendo cerveza. (N. del T.)

 

Traducción de Eduardo Rabasa

 

 

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