La vecindad emocional y la soledad habitable de Valeria Luiselli

Mayo 4, 2020

Valeria Luiselli pasa su cuarentena muy ocupada y altamente tecnologizada, ya que sus clases en Bard College han mudado a versión virtual, lo que es particularmente intenso, en una pequeña comunidad COVID19 que se compone de su familia y sus dos vecinos, a quienes saludaba cuando tomó esta llamada.

El fin de semana pasado uno de sus tuits se volvió más o menos viral, pero por las razones equivocadas, decía “Los libros no están en peligro. Han resistido plagas, dictaduras, desastres naturales. Nos sobrevivirán porque son un vehículo perfecto de pensamiento y sentimiento, como los tenedores o los palillos lo son para la comida. Pero el mercado del libro está en un lugar terrible. Debemos apoyarlo. No a través de Amazon”.

También recomendaba, entre algunas otras cosas, que tomáramos un libro en lugar de ver Netflix. Eso la metió en apuros muy particulares pero, volviendo al tema del libro, quise preguntarle por qué hizo énfasis en la importancia de las librerías independientes, de barrio, y cuáles son sus lecturas de cuarentena.

Pero ella insiste en aclarar primero su personal opinión de Netflix:
“Pienso que cada quien debe hacer lo que sea que necesite hacer para estar bien, ¿quién soy yo para andar prescribiendo esto o lo otro?”, y añade que su mensaje se derivó de una genuina frustración particular como adicta en recuperación de Netflix. “Pasé dos años de mi vida, mientras estuve haciendo gira del libro, en lugares bien poco probables viendo todas las series de Netflix. Nunca más”.

Después se instala en el tema, de nuevo, mostrando su preocupación por una cadena del libro que ya estaba golpeada por la situación económica y de acceso que sólo se agrava con la pandemia, la incertidumbre y el futuro de una práctica, la lectura, que tiende a abandonarse. Todo lo anterior trae aparejada una merma en ventas y en la visibilidad de las obras.

Pero considera que aunque los libros funcionan para mantener cierta normalidad y confort, no siempre son los mejores amigos en momentos como éste: “Creo que tanto ahora como en cualquier otro momento de crisis, los libros nos acompañan en nuestros momentos de introspección. Son una forma de estar con nosotros mismos, acompañados en soledad. Pero no todos los libros son buenos compañeros, depende mucho del momento de vida, sumado al momento político, cuando los libros pueden acompañarte de distintas maneras”.

Menciona que como entretenimiento o escapismo, como individuos tenemos mil y una diferentes opciones para pasar tiempo –libre o no– con lo que nos haga sentir mejor, menos solos, o simplemente divertidos y emocionados:

“De manera muy personal, y en momentos de crisis propia o de transformación, no siempre me funciona la lectura. En algunos momentos incluso me mete más ruido o me llena de ansiedad, cuando ciertos libros incluyen elementos de violencia, en especial de género, o crímenes. Me quitan mucho el equilibrio”.

Ciertos libros, por otro lado, sí que hacen más habitable la soledad o la cuarentena, como en estos momentos. Su existencia, acceso y distribución depende muchas veces de la voluntad férrea de libreros que hacen de sus recintos literales refugios que albergan familias, amistades, una comunidad en ciernes siempre curiosa.

Me cuenta que recién charlaba con un amigo librero, dueño de una pequeña librería en California, quien se hacía una pregunta similar acerca de cómo mantener unida a esa comunidad a pesar de que el inmueble como tal está cerrado, considerando que el pueblo es chico y la situación complica la supervivencia de la librería en estos momentos en particular: “Le pregunté acerca de cuál era su sensación de comunidad de lectores y me decía que, a pesar de que pareciera que es muy extendida, y que está regada por todas partes del mundo, mantienen una vecindad afectiva, emocional, con sus lectores a pesar de la geografía”.

Entre sus vecindades afectivas puede contar algunas librerías que visita siempre que está en ciertas ciudades. En México, El Péndulo (desde que cerraron Conejo Blanco, que era su favorita), en California, Point Reyes (con la mejor selección de literatura con temas ambientalistas), DIESEL, A Bookstore, City Lights en San Francisco, Brazos Bookstore en Texas, Elliott Bay Book Company en Seattle. Son 192Books y Book Culture, sus librerías de cabecera en Nueva York. En Florencia, Todo Modo, y en Buenos Aires, Eterna Cadencia.


Cada que tiene oportunidad de ir a París, por trabajo en la mayoría de las ocasiones, visita Shakespeare and Co., por supuesto. “Bueno, no sólo voy, vivo ahí. Gracias a la librera, quien se ha vuelto a lo largo de los años una amiga cercana. Un día en una particular crisis me dejó quedarme con mi hija en el departamento que tienen encima de la librería. Hay un cuarto, una cocineta y un pequeño espacio que se comparte con la librería donde los muchachos que trabajan ahí se preparan café, se organizan con listas de libros y platican antes de bajar a piso, les dicen tumbleweeds. Siempre que nos levantamos están por ahí”. Es así como ha llegado a convertir a ciertas librerías en su casa, más o menos literalmente y su relación va más allá de una vecindad emocional, llegando a una intimidad física.

¿Qué estás leyendo en el encierro?, le pregunto antes de colgar y su respuesta es interesante porque no sólo está leyendo, sino que lo hace en voz alta, ya que dentro de las tareas de su sobrina estaba leer teatro, y opina que no hay mejor ni más coherente forma de leerlo que en voz alta. “Leímos Otelo y hacerlo así tiene muchísimo sentido”. Entre sus lecturas, que dice está haciendo por un proyecto de escritura que ahora mismo desarrolla, destacan también El hombre y lo divino, de María Zambrano, el ensayo Escribir, de Marguerite Duras, Las mujeres de Troya, de Séneca y Footprints: In Search of Future Fossils, de David Farrier: “Trata sobre cómo pensar el futuro desde las huellas ambientales que estamos dejando, porque esto que ahora somos serán fósiles que otras sociedades, que ahora no podemos imaginar, intentarán descifrar como consecuencia de lo que dejamos a nuestro paso”.

Esta es una excelente imagen para rumiar durante una pandemia, ya que por más que parecemos inmóviles, expectantes y frágiles, estamos dejando huellas para un futuro incierto que, si todo sale bien, se traducirá en más libros, más librerías y comunidades lectoras emocionales que nos abrazarán, como suelen hacerlo, sin empacho.

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