Es imposible no asombrarse del poder narrativo y de la aguda inteligencia que posee Nell Kimball, la mujer que escribió Memorias de una madame americana. Y decimos mujer porque no era una escritora… era una puta. De este libro, Roberto Calasso, quien lo edito en Italia, decía: «La filosofía del burdel es un libro que Nell Kimball hubiera podido escribir con excelentes resultados, pero no ha escrito, quizá por discreción, habiendo preferido prodigar los tesoros de su experiencia en la más accesible forma de estas Memorias», que también proporcionan una noción precisa de aquella filosofía: el burdel aparece como un mundo cerrado y a su manera completo, donde el sexo tiene solamente el puesto de honor —una cama suntuosa— y alrededor encontramos, igualmente dispuestos sobre los diversos poufs, también a los otros Vicios, en un diálogo sin prejuicios hostiles incluso con algunas Virtudes. «El sexo del que habla Kimball no es, sin embargo, la “fantasía pura” de las novelas pornográficas o aquella, equivalente, de las novelas mojigatas y sentimentales: es una realidad concreta, profundamente conocida, experimentada y comprendida, contada sin esconder nada, con obstinación profesional, y también observada con aquel sentido de la distancia que tienen solamente los grandes narradores».
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